La
intención es la simultaneidad del deseo y la acción. Todos conocemos la sensación
de la intención de hacer algo por los esfuerzos propios: es la intención interior.
Más difícil es propagar la acción de la intención al mundo exterior.
Eso
es la intención exterior. Con
su ayuda podrás regir el mundo. Para ser más exacto, serás capaz de elegir el
modo en el que quieres que se comporte el mundo circundante, definir el guión y
los decorados.
La
idea de la intención exterior está inseparablemente relacionada con el modelo
de las variantes. Normalmente se atribuye a la magia o los fenómenos
paranormales aquellas manipulaciones del tiempo, espacio y materia que no
admiten ninguna explicación lógica. Pues precisamente estos fenómenos nos
demuestran el funcionamiento de la intención exterior: la
intención exterior está dirigida al proceso de elección
de la línea de la vida en el espacio de las variantes.
La
intención interior no es capaz de convertir un manzano, al que contemplas paseando
por un sendero, en un peral. La intención exterior tampoco
convierte una cosa en otra, sino que en el espacio de las
variantes elige un sendero con el
peral en vez de manzano y efectúa la transición. De esta manera, un manzano es
sustituido por el peral. Al manzano mismo no le ocurre nada, simplemente se
hace un remplazo: la realización material se traslada en el espacio de las
variantes de una línea a otra.
Ninguna
fuerza tiene capacidades mágicas para convertir realmente un objeto en otro: es
lo que pretende la intención interior, pero sus capacidades son muy limitadas.
Si
intentaras mover mentalmente el lápiz por la mesa, no resultará. Pero si tienes
la firme intención de imaginar que se mueve, tal vez logres hacerlo. Supongamos
que conseguiste mover el lápiz de su sitio (al menos, las personas con dotes extrasensoriales
obtienen algunos resultados). Lo que voy a decirte a continuación puede que te
parezca un tanto terrible y extraño. ¡En realidad el lápiz no se mueve! Y, al mismo
tiempo, no es una ilusión. En el primer caso intentas mover el lápiz con la
energía de tus pensamientos. Esa energía no es suficiente para trasferir un
objeto material. En segundo caso te deslizas por las líneas de la vida en las
que el lápiz tiene diferentes posiciones. ¿Notas la diferencia?
He
aquí un lápiz sobre la mesa. Con la fuerza de la intención imaginas que el
lápiz empieza a moverse. Tu intención escanea los sectores del espacio en los
que el lápiz ocupa cada vez una posición nueva. Si la emisión mental tiene
suficiente fuerza, el lápiz se materializa sucesivamente en los puntos nuevos
del espacio real. Con eso se mueve sólo «la capa del lápiz» aislada, mientras
que las demás capas, entre las cuales está la capa del observador, se quedan
inmóviles. No es el objeto mismo el que se mueve,
sino que se mueve su realización en el espacio de las variantes.
No es
de extrañar que a ti no te resulte nada. Casi todas las personas tienen muy mal
desarrolladas semejantes capacidades. Ni siquiera se trata de tu energética
débil, sino que resulta muy difícil creer en esa posibilidad y, por tanto,
despertar en sí la intención exterior pura. Personas dotadas con capacidades
telequinéticas no mueven objetos. Ellos tienen la capacidad única dirigir su
energía con la fuerza de la intención para mover la realización material en el
espacio de las variantes.
Todo
lo que está relacionado con la intención exterior solemos considerarlo como mística,
magia o, en mejor de los casos, fenómenos inexplicables, cuyos testimonios se guardan
con éxito en estanterías cubiertas de polvo. La concepción del mundo común rechaza
terminantemente semejantes cosas. Lo irracional siempre provoca un peculiar miedo.
Semejante miedo y entumecimiento es lo que experimentan las personas al encontrarse
con los ovnis. Un fenómeno inexplicable está tan lejos de la realidad habitual
que no queremos siquiera creer en su existencia. Y, al mismo tiempo, todos esos
fenómenos tienen una audacia tan desconcertante de ser reales que despiertan terror.
La intención exterior es
precisamente aquel caso de «Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a
Mahoma». ¿Y tú qué has pensado, que es una simple broma? El trabajo de la
intención exterior no tiene por qué estar necesariamenteacompañado por los
fenómenos paranormales. En la vida cotidiana nos encontramos constantemente con
los resultados de actitud de la intención exterior. En particular, nuestros
recelos y peores temores se realizan precisamente por la intención exterior.
Pero
como en este caso la intención trabaja independientemente de nuestra voluntad, no
somos conscientes de cómo ocurre todo. Manejar la intención exterior es mucho más
difícil que manejar la interior.
Imagínate
que desembarcas en una isla y te encuentras con hombres salvajes.
Ahora
tu vida depende de tu comportamiento. La variante primera: eres la víctima. Te disculpas,
los obsequias con regalos, te defiendes justificándote, coqueteas con ellos.
En
este caso tu destino es ser comido. La variante segunda: eres el conquistador.
Revelas
la agresividad, atacas, intentas someter a los salvajes a tu voluntad. Tu destino
es vencer o morir. La variante tercera: te ofreces como el amo, gobernador.
Tiendes
tu dedo como un todopoderoso y todo el mundo te obedece. Si no tienes ninguna
duda sobre tu propio poderío, los demás también pensarán que la cosa no puede
ser de otra manera. Tu emisión mental está sintonizada con las líneas de la
vida donde eres el gobernante.
Las
dos primeras variantes corresponden al funcionamiento de la intención interior, la tercera variante
nos demuestra el trabajo de la exterior. La intención exterior simplemente elige la variante necesaria.
La
mosca, que se golpea contra el cristal al lado de un postigo abierto, tiene la intención
interior. ¿Qué crees que será la intención exterior para ella? Sin querer surge
la respuesta: salir volando por el postigo; sin embargo, no es así. Si se aleja
volando hacia atrás y mira alrededor, podrá ver una ventana cerrada y un
postigo abierto. Para la mosca eso será simplemente una visión de la realidad
más ampliada. La intención exterior en su estado puro abre delante de la mosca
toda la ventana.
La intención interior corresponde a
cualquier intento de influir sobre el mundo circundante en una misma línea.
Todo, lo que sea posible dentro de los márgenes de un
sector separado del espacio de las variantes, está descrito por
las conocidas leyes de las ciencias naturales y cabe en los marcos de la
ideología material. La intención exterior concierne a los intentos de elegir
una línea de la vida donde lo deseado se realiza.
Ahora
debes comprender que volar atravesando la ventana cerrada es la intención interior.
En cuanto a la intención exterior, es pasar a la línea de la vida donde la
ventana se abre. Puedes aplicar enormes esfuerzos para mover el lápiz con la
fuerza mental.
Pero
también puedes, con sólo una intención exterior, escanear el espacio de las variantes
con diferentes posiciones del lápiz.
Supongamos
que estás seguro de que no podrás encontrar un sitio en el aparcamiento del
supermercado en víspera de Navidad. La intención
interior afirma: de dónde quieres que aparezca una plaza, si todo el mundo
está de compras. Mientras que la intención
exterior admite con toda evidencia que llegas al supermercado y en ese preciso
momento se libera un sitio para ti. No es que la intención exterior crea firme
e inquebrantablemente en tal posibilidad, sino que, simplemente, de manera incondicional
e impasible toma lo que le pertenece.
La intención
exterior es algo nacido de una improvisación como un rayo de luz. Es totalmente
inútil prepararse para la intención exterior. Todos los ritos mágicos están orientados
para llamar a la intención exterior propiamente dicha. Pero el rito sólo es una
preparación para la magia, un preludio teatral, un decorado. Imagínate que
sueñas con bajar volando desde el acantilado y, para no caer, debes llamar a la
intención para quedarte suspendido en el aire. No
hay tiempo para prepararte y decir conjuros. Nada más proponte a volar y
volarás.
Encantamientos
y conjuros mágicos sólo ayudan a despertar aquella fuerza que posee cada uno,
pero que no es capaz de usar.
Desgraciadamente
el hombre moderno ha perdido casi por completo la capacidad de manejar la
intención exterior. Hasta se las ingenió para olvidar definitivamente que alguna
vez la poseyó. Sólo en antiguas leyendas se menciona vagamente alguna información
sobre el hecho. Hoy en día incluso es inútil molestarse en intentar demostrar
que las pirámides egipcias y otras construcciones semejantes fueron edificadas
con ayuda de la intención exterior. Será aceptada cualquier hipótesis menos ésa.
Me parece que a los constructores de las pirámides les resultaría muy gracioso saber
que sus descendientes, al considerar a sus antiguos predecesores como civilización
atrasada, echarían los hígados intentando resolver su enigma sólo dentro de los
límites de la intención interior.
Pero
la gente todavía no está privada del todo de la intención exterior. Simplemente está bloqueada muy fijamente. Todo
lo que por costumbre consideramos como magia, no es otra cosa sino intentos de
trabajar con la intención exterior. Hace cientos de años los alquimistas
intentaban encontrar sin mucho éxito la piedra filosofal que convierte cualquier
objeto en oro. Multitud de libros confusos y complicados de entender están dedicados
a la alquimia. Pero en realidad, como dice la leyenda, el secreto de la piedra filosofal
cabe en unas cuantas líneas, esculpidas en una lámina de esmeralda, llamada la
tabla de esmeralda. Pero, ¿para qué existen tantos libros? Probablemente para comprender
esas pocas líneas.
Tal
vez hayas escuchado hablar sobre el Santo Grial. Muchos andaban a la caza de él,
incluso los representantes del Tercer Reich (el III Imperio alemán).
Constantemente circulan leyendas sobre semejantes atributos que supuestamente
otorgan la fuerza y el poder ilimitados. Qué error tan ingenuo. Ningún objeto
es capaz de dar fuerza. Los fetiches, conjuros e otras cositas mágicas por sí
mismos no tienen ninguna fuerza. La fuerza está en la intención exterior de las
personas que las utilizan. Los atributos sólo en cierto grado ayudan a la
subconsciencia a encender los gérmenes de la intención exterior
adormilados y poco desarrollados. La fe en la fuerza mágica de los atributos crea
el impulso que despierta la intención exterior.
Las
civilizaciones antiguas llegaron a tal perfección que prescindían de cualquier
rito mágico. Naturalmente, tal poder creaba un potencial excesivo fortísimo.
Por ende las civilizaciones, como la de la Atlántida, que descubrían los
secretos de la intención exterior, de vez en cuando se aniquilaban por las
fuerzas equiponderantes. Los vestigios del conocimiento oculto llegaron hasta
nosotros como prácticas mágicas, cuyo propósito es reconstruir lo perdido. Sin
embargo, sólo son intentos flojos y superficiales que van por el camino
equivocado de la intención interior. La esencia de la fuerza y el poder -la intención exterior- sigue siendo un
misterio.
“Los
péndulos nos indujeron a desarrollar prioritariamente la
intención interior y a perder la exterior, puesto que se alimentan de la
energía de la intención interior”.
Controlar
la intención exterior sólo es posible cumpliendo la condición de estar completamente
libre de los péndulos. Podemos decir que en este caso los péndulos alcanzaron
la victoria definitiva sobre el ser humano.
Pues
bien, hemos averiguado que la naturaleza de la energía mental orientada a alcanzar
el objetivo se revela en tres formas: el
deseo, la intención interior y la intención exterior.
El
deseo es la concentración de la atención en el objetivo mismo. Como
ves, el deseo no tiene ninguna fuerza. Puedes pensar en tu objetivo, desearlo
el tiempo que quieras, pero nada cambiará por eso. La
intención interior es la concentración de la atención
en el proceso de obtención del objetivo. Es lo que funciona ya, pero requiere muchos
esfuerzos.
La intención exterior es la concentración de atención en cómo el objetivo
se realiza por sí mismo. La intención exterior
simplemente permite al objetivo realizarse
por sí solo. Eso implica tu firme convicción de que la variante de realización del
objetivo ya existe, sólo te queda elegirla.
Con
la intención interior el objetivo se alcanza, mientras que con la exterior, se
elige.
La intención interior podemos
caracterizarla con la siguiente fórmula: «Yo insisto en que...». La intención
exterior sigue una regla totalmente distinta: «Las circunstancias son así
que...» o «Resulta así que...». La diferencia es enorme. En primer caso actúas activamente
sobre el mundo de manera que se someta a tu voluntad. En segundo caso ocupas la
postura de un observador imparcial y todo sucede según tu voluntad, pero como
si ocurriera por sí mismo. Tú no cambias nada, sino que eliges. La capacidad de
volar en el sueño ocurre precisamente según la fórmula: «Resulta así que estoy volando»,
y no: «Insisto en que yo vuelo».
- La
intención interior trata de conseguir el objetivo a
campo traviesa, sin rodeos.
- La intención
exterior está dirigida al proceso de realización
independiente del objetivo.
- La intención
exterior no tiene prisa en alcanzar el objetivo: lo tiene ya en su bolsillo. El hecho
que el objetivo será alcanzado no se pone en absoluto en duda y no se discute.
- La
intención exterior a sangre fría, inflexible, impasible e inevitablemente mueve
el objetivo
hacia su realización.
Para
distinguir dónde trabaja tu intención interior y dónde la exterior, utiliza comparaciones
bilaterales, algo así como: intentas obtener algo de este mundo —él mismo te da
lo que quieras; luchas por tu lugar bajo el sol - el mundo te abre sus brazos;
estás forzando la puerta cerrada — la puerta por sí sola se abre de par en par delante
de ti; intentas atravesar la pared — la pared se abre delante de ti; intentas llamar
a tu vida ciertos acontecimientos — éstos vienen a tu vida por sí solos.
Hablando en general, con la intención interior intentas mover tu realización
respecto al espacio de las variantes; mientras que la intención exterior mueve
el espacio de las variantes mismo de tal modo que tu realización aparece en el
sitio adecuado. ¿Comprendes cuál es la diferencia? El resultado es el mismo,
pero las vías para conseguirlo son totalmente distintas.
Si
tus acciones pueden describirse con la segunda parte de esas comparaciones, quiere
decir que has atrapado la intención exterior. Al luchar, intentas empujar por fuerza
tu realización en el espacio de las variantes; en cambio, cuando eliges, el espacio
mismo va a tu encuentro. Por supuesto, el espacio de las variantes por su propia
iniciativa no va a moverse respecto a tu realización. Para eso tendrías que emprender
ciertas acciones. Sin embargo, esas acciones se encuentran fuera de los límites
de las ideas universalmente admitidas y a las que estamos acostumbrados. A lo largo
de todo el libro voy a facilitarte ejemplos de la diferencia en los enfoques de
la intención interior y la intención exterior. La intención exterior es la piedra angular del Transurfing que
oculta la clave de la Adivinanza del Celador, es decir, la razón por la que no
hay que luchar contra ese mundo sino simplemente elegir lo que uno quiere.
Para
la intención exterior no hay nada imposible. También en la vida real puedes volar
o, digamos, andar sobre el agua, si tienes la intención exterior de Jesucristo.
Con eso las leyes físicas no se perturban de ninguna manera. La cosa está en
que las leyes físicas funcionan en un sector determinado de la realización
material. La actividad de intención exterior se revela en su movimiento a
través de diferentes sectores del espacio de las variantes. Es imposible volar
en los límites de un sector realizado. Para ello necesitarás contrarrestar la
atracción terrestre, y eso es el trabajo de la intención interior que requiere
gastos de energía para superar la fuerza de gravedad. Un vuelo libre, tanto en
el sueño como en la realidad, no es tu movimiento real en el espacio material,
sino es más bien es el cambio de la ubicación de tu realización. En otras
palabras,
el cuerpo se materializa sucesivamente en nuevos puntos del espacio físico.
También
se puede decir que no eres tú quien vuela a través del espacio,
sino que el espacio se mueve respecto a ti según la elección de tu intención
exterior.
Lo
más probable es que eso no sea del todo correcto, pero no vayamos a profundizar
en la teoría de relatividad. Sólo podemos intuir cómo en realidad sucede todo.
Para
poder volar has de tener una fe incondicional en que puedes hacerlo. ¿Por qué crees
que Jesucristo dijo de una forma tan rotunda y simple:
«Tendrás según tu fe»?
Porque
no somos capaces de obtener o hacer nada sin tener la intención. Y sin intención
no hay fe. No podríamos dar siquiera un paso si no tuviéramos fe en que es posible.
No obstante, resulta imposible convencer a la mente, al menos en su estado habitual,
que así como en el sueño, somos capaces de volar en la realidad. Algunos yoguis
de la India, mientras meditan, logran elevar sus cuerpos sobre el suelo.
(Personalmente
yo desconozco otras manifestaciones de levitación fidedignas.) Quizá su
intención les llegue sólo para sintonizarse con el movimiento de las variantes
en las que el cuerpo queda suspendido en el aire. Teniendo en cuenta las
enormes posibilidades de los yoguis en comparación con las de la gente
corriente, puedes imaginar qué difícil es someter la intención exterior a tu
voluntad.
En el
sueño la mente dormida todavía es capaz de admitir la posibilidad de volar, pero
al estar consciente le es algo inconcebible, por mucho que intentes convencerte
de lo contrario. Ha de haber no solamente fe, sino conocimiento. La fe implica
la probabilidad de dudas. Donde hay fe, también hay lugar para incertidumbre.
Pero el conocimiento excluye cualquier duda. No dudas que la manzana que has
tirado caiga al suelo, ¿verdad? Tú no crees en eso, sino que lo sabes. La
intención exterior pura está libre de dudas, por lo tanto también de fe. Si
para volar en el sueño basta sólo con una alusión a la intención exterior, en
el mundo de la realización material inerte la intención debe ser absolutamente
pura. Pero que no te apesadumbre la imposibilidad de obtener la intención pura.
Para realizar tu objetivo bastará con una intención de la «segunda calidad».
Sólo necesitarás un cierto tiempo para que la realización inerte se
«desenrolle».
En el
contexto de la intención exterior surge una pregunta interesante: ¿qué es la hipnosis?
Me resulta difícil decir con exactitud si es el resultado de trabajo de la intención
interior o exterior. La cantidad de energía mental es evidentemente escasa para
mover los objetivos, incluso los más ligeros, con la fuerza de la intención
interior.
Sin
embargo, esa energía es completamente suficiente para traspasar diferentes sugestiones
de una persona a otra. En algunas personas podemos observar la capacidad
claramente marcada de dirigir un flujo energético bastante potente. Si ese flujo
se modela con determinados pensamientos, es capaz de producir el efecto de sugestión
en la persona a la que está dirigido. Espero que no pienses que el hipnotizador
se maneja sólo con una mirada magnética o pases libres de las manos. Además,
para influir energéticamente no siempre es imprescindible tener un contacto
visual o verbal.
Sin
embargo, que yo sepa, la hipnosis tiene efecto generalmente en distancias cortas.
Así, sería natural suponer que la hipnosis es el resultado de trasmisión de energía
mental con ayuda de la intención interior. En aquellos casos en los que la hipnosis
funciona a largas distancias, la intención exterior, sin lugar a duda, juega un
papel importante, a menos que esté involucrado cualquier otro mecanismo.
Para sentir la intención exterior, es
imprescindible escaparse del lecho de Procusto de
ideas y sensaciones acostumbradas. La mente existe dentro de los reducidos
límites de la concepción tradicional. Es muy difícil escaparse fuera de esos
límites, porque a su vez, sólo con la intención exterior es
posible realizar tal escapada. La mente no cederá sus
posiciones así, sin más. Resulta ser un círculo cerrado: para alcanzar la
intención exterior se necesita tener la intención exterior misma. En eso
consiste toda la dificultad.
Temo
decepcionar a algunos lectores al decir que no conozco ningún ejercicio para desarrollar
la intención exterior. El propósito de tales ejercicios tal vez pudiera
llamarse algo como: «tener la intención de hacerse con la intención». La única
posibilidad de comprender con más profundidad la naturaleza de la intención
exterior es practicar los sueños lúcidos. En la vida real, en vez de
ejercicios, puedo ofrecerte que practiques la vida lúcida. Lo que no significa
entrenarse, sino vivir directamente mediante la intención exterior. La realidad
se distingue del sueño sólo por la inercia de la realización material en el
espacio de las variantes. Todo lo demás es lo mismo.
Puedes
preguntar: ¿si no somos capaces de manejar la intención exterior, entonces con
qué podemos contar? Desde luego, es poco probable que seas capaz de mover los bloques
de muchas toneladas. Pero con el tiempo, es posible superar la inercia del mundo
material. El camino normal y corriente para obtener los objetivos se basa en la
intención interior. La esencia del Transurfing consiste en algo contrario:
renunciar a la intención interior y utilizar la exterior.
Es
difícil trazar una línea de demarcación donde se acabe la intención interior y empiece
la exterior. La intención interior se convierte en la exterior cuando la
conciencia se une, se concuerda, se funde con el subconsciente. Esa línea es
muy imperceptible.
La
sensación surgida se parece a la caída libre o a la sensación que tuviste
cuando por primera vez lograste montar en bicicleta sin caerte. Pero esa
sensación se explica mejor con la sensación de volar en el sueño, cuando te
elevas intencionadamente al aire.
La
conciencia está unida y totalmente concordada con el subconsciente en un determinado
segmento limitado. Te resulta fácil mover los dedos de las manos, un poco más
difícil mover los dedos de los pies, más difícil las orejas, y casi imposible
mover tus órganos interiores. La intención exterior está desarrollada aún
menos.
Concordar
la conciencia y el subconsciente en la intención de despegarse de la tierra y
volar es tan difícil que se considera una tarea prácticamente imposible.
Nosotros
proponemos objetivos más prosaicos. La levitación es la revelación superior de
la intención exterior pura. Pero la fuerza de la intención exterior es tan grande
que incluso una ínfima cantidad es suficiente para obtener resultados considerables.
En la vida cotidiana la intención exterior actúa independientemente de nuestra
voluntad y a menudo nos está perjudicando. Ese efecto perjudicial puede manifestarse,
por ejemplo, como realización de nuestros peores temores. Hemos discutido ya
las situaciones en las que el hombre obtiene lo que no quiere.
Por
un lado te persigue lo que recelas, odias, de lo que quieres escapar. Así
sucede porque la
emisión
mental sintonizada a los hechos indeseables, te traslada al sector en el que tiene
lugar precisamente este hecho. Pero, por el otro lado, no te propones tener lo indeseado,
¿verdad? ¿Dónde está en este caso el trabajo de la intención?
La intención interior está orientada a
evitar lo indeseado. Todo lo que te preocupa, te inspira temor y
animadversión, te toca en lo vivo. Lo quieres evitar con toda el alma. La mente
teme — el alma recela más todavía; la mente siente animadversión — el alma tampoco
está en contra de sentir lo mismo; la mente odia — el alma odia aún más. El alma
y la mente son totalmente unánimes. La intención exterior se despierta
justamente en el momento en el que tu conciencia y el subconsciente se
sintonizan entre sí. Lo único que, en este caso, la intención exterior no está
orientada hacia donde tú lo necesitas. Aunque no sería del todo correcto hablar
de la orientación de la intención exterior. Si la intención interior tiene la
orientación exacta: evitar lo indeseado; la intención exterior no indica la
dirección, sino, más bien, luz verde para que se
realice aquelo en lo que
están sintonizados el alma y la mente. Y éstos coinciden sólo en una
cosa:
la valoración del acontecimiento. No importa si el acontecimiento es deseado o no.
La intención exterior ve la unidad del alma y la mente y solamente elige el
sector correspondiente en el espacio de las variantes.
Por
desgracia, en la vida el alma y la mente se unen con más frecuencia para rechazar
algo.
Por
ende la realización de nuestros peores temores es la ilustración más característica
del trabajo de la intención exterior. La gente, como norma general, tiene una
idea muy confusa de lo que desea con toda el alma, pero sabe muy bien qué es lo
que quiere evitar. Para someter la intención exterior a tu voluntad, es
necesario conseguir el acuerdo entre el alma y la mente en las aspiraciones
positivas, y excluir todos los pensamientos negativos. Ya sabes qué perjudicial
para la vida puede resultar nuestra predisposición para lo negativo. Al
expresar el disgusto y el rechazo, te expones a la acción de las fuerzas
equiponderantes, caes en la dependencia de los
péndulos
destructivos y orientas tu emisión mental hacia los sectores negativos del espacio
de las variantes. La intención exterior formada por lo negativo, plasma lo negativo
en tu vida real.
De
este modo, la intención exterior puede actuar a pesar de nuestra voluntad. Es difícil
dominar esa fuerza, pero puedes hacerla trabajar para ti.
Nos
dedicaremos precisamente a resolver este problema en particular. Hemos aclarado
ya cómo se debe obrar para que la intención exterior no nos perjudique con su actitud:
no creando potenciales de importancia y rechazando la negatividad. Sólo nos queda
comprender qué hay que hacer para que la intención exterior sirva a nuestro objetivo
marcado. No es tan fácil como frotar la lámpara maravillosa de Aladino, pero aun
así existen métodos que ayudan a poner en marcha el mecanismo de la intención exterior.
Quizás
la mayor parte de la información arriba expuesta sigue siendo poco clara para
ti. Es realmente un tema difícil de comprender, pues es imposible describir la intención
exterior con palabras. Sin embargo, la situación se te aclarará en breve. No tengo
ganas de embrollar el asunto para intrigarte, como lo hacen, encantados, los adeptos
de algunas escuelas y corrientes espirituales. Todo lo que necesitas saber lo encontrarás
en este libro. Todo lo que necesitas saber hacer, lo obtendrás de tu experiencia
si aplicas los principios del Transurfing en la práctica. Para eso no necesitas
ejercicios especiales ni entrenamientos. En el Transurfing no hay nada místico
u oculto.
«El
conocimiento esotérico», como regla general, está rodeado de alegorías y omisiones.
Pero como todos saben, el que piensa claramente expone con claridad. Y si el
poseedor del «conocimiento oculto» quiere enseñar que él conoce algo extraordinario,
que lo puede confiar supuestamente sólo a su mejor alumno «al oído», mientas
que el resto de tiempo se expresa con alegorías y sentencias profundas, lo más
probable que ni ese gurú mismo tenga una idea clara de en qué consiste la esencia
de su conocimiento.
No
vamos a intentar obtener la intención absoluta, capaz de elevar el cuerpo al
aire.
Si
supiéramos cómo se hace, no tendríamos nada de qué hablar. Existe el espacio de
las variantes, existe la posibilidad de elegir: elige tu variante y punto.
Nuestra tarea consiste en aprender a alcanzar el objetivo utilizando nuestras
propias habilidades. Aun con todas sus limitaciones, el Transurfing presenta un
conocimiento capaz de despertar en nosotros las fuerzas que tenemos sin
utilizar. Y para eso no hay que agotarse con las meditaciones, entrenamientos,
ni con los sueños lúcidos, ni con otros ejercicios místicos con los que uno
puede empezar a «andar mal de la azotea». Por supuesto, el modelo de
Transurfing parece ser increíble. Es realmente difícil creer en todo eso. Sin embargo,
te basta sólo con revisar tu forma habitual de ver el mundo para poder lograr lo
que antes te parecía inalcanzable. Y pronto tendrás que persuadirte: es
realmente posible hacer que la intención exterior trabaje para ti.
CAPÍTULO
I – INTENCIÓN.
Intención
exterior.
El
susurro de las estrellas de madrugada
VOLUMEN
II
Autor:
Vadim Zeland