Vamos a plantearnos una pregunta: «¿Cómo pueden los péndulos obligar a sus partidarios a entregarles voluntariamente la energía?». Por ejemplo, un péndulo grande y poderoso puede obligar a sus partidarios actuar según las reglas establecidas. Pero ¿cómo lo hacen los péndulos débiles? Cuando un hombre no tiene suficiente poder para obligar a otro a que haga algo, utiliza argumentos sensatos, persuasión, exhortación, promesas. Son todos métodos muy débiles, inherentes exclusivamente a la sociedad humana, apartada de las fuerzas naturales. A veces los péndulos también utilizan estos métodos; asimismo tienen armas mucho más potentes. Los péndulos son entidades de energía informativos, por lo que obedecen y actúan según las leyes poderosas e irrevocables de la existencia de este mundo.
El hombre le da su energía al péndulo cuando emite la energía mental en la frecuencia de resonancia de éste. Para eso no es necesario que dirija con intención sus pensamientos a favor del péndulo. Como tú mismo comprendes, la mayor parte de pensamientos y actos de las personas está en el dominio de inconsciente. Los péndulos utilizan precisamente esta propiedad de la mentalidad humana y consiguen la energía, no sólo de sus partidarios: se las ingenian para obtenerla también de sus adversarios fervientes. Tal vez ya
estás intuyendo de qué manera.
Imagínate un grupo de viejecitas en un banco, echando pestes contra el gobierno del país. Las viejecitas no son partidarias del péndulo del gobierno; lo odian por una serie de razones. Sin embargo, ¿qué es lo que ocurre? Las viejecitas maldicen el gobierno: lo mediocre, corrupto, cínico y estúpido que es. De esta manera, ellas emiten intensivamente su energía mental en la frecuencia de este péndulo. Pero al péndulo, en realidad, no le importa desde qué lado lo mecen. Le resulta tan válida la energía positiva como la negativa; lo importante que esta frecuencia de emisión sea la de su resonancia.
Por tanto, el objetivo principal de un péndulo es enganchar, tocar al hombre en lo vivo no importa de qué manera, con tal de poder ocupar sus pensamientos. Con la aparición de los medios de comunicación, los métodos de los péndulos se hacen cada vez más refinados. El hombre se encuentra en una fuerte dependencia. ¿Has notado que en los informativos normalmente predominan las malas noticias? Estas provocan emociones fuertes: inquietud, miedo, indignación, cólera, odio. El objetivo de los corresponsales es atraer la atención. Los medios de información, al ser péndulos por sí mismos, están al servicio de los péndulos más poderosos. El objetivo proclamado es el libre acceso a cualquier información. Pero el verdadero propósito consiste en sintonizarse de todas las maneras posibles con las frecuencias necesarias.
Uno de los métodos preferidos de un péndulo para obtener el acceso a tu energía es sacarte del equilibrio. Al desviarte del equilibrio empiezas a «balancearte» en la frecuencia del péndulo y de este modo le oscilas a él.
Supongamos que los precios han subido. Reaccionas negativamente: empiezas a indignarte, a quejarte, a intercambiar información con tus conocidos. Una reacción bastante corriente y adecuada. Pero es justo lo que espera el péndulo. Emites energía negativa hacia el mundo circundante en la frecuencia del péndulo, él recibe la energía y oscila más fuerte: la situación se agrava.
El hilo más fuerte por el que un péndulo puede tirar de ti es el miedo. Es el sentimiento más antiguo y más fuerte. No importa a qué temas, exactamente, pero si tu miedo está relacionado con cualquier aspecto del péndulo, él recibirá tu energía. La inquietud y la angustia son los hilos más débiles, pero todavía son lo bastante resistentes. Estos sentimientos fijan bien fuerte la emisión de energía mental en la frecuencia del péndulo. Si te inquietas por algo, te cuesta mucho concentrarte en otra cosa.
El sentimiento de culpabilidad también es uno de los canales más amplios por los que el péndulo extrae la energía de ti. Este sentimiento nos lo imponen desde la infancia. Es un método de manipulación muy cómodo: «Si la culpa es tuya, harás lo que yo te diga». Vivir con una sensación de culpa es muy incómodo, por lo que las personas intentan librarse de ella. ¿Pero de qué manera? Sufrir un castigo o pagar la culpa con el propio trabajo. Tanto una cosa como la otra suponen sumisión, obediencia y trabajo de los pensamientos en una dirección determinada. La sensación del deber es un caso particular de sensación de culpa.
Debes, por ende estás constreñido a algo, obligado a cumplir. Como resultado, los «culpables», tanto verdaderos como imaginados, caminan cabizbajos, arrastrando los pies, y llevan al péndulo su diezmo en forma de energía. La culpabilidad inducida, imbuida, es el arma predilecta de los manipuladores. De ella volveremos a hablar.
Debemos señalar especialmente los complejos psicológicos de todo tipo.
El complejo de inferioridad: soy de aspecto poco atractivo, no tengo capacidades ni talento, me falta sentido del humor o gracia, no sé relacionarme con la gente, no valgo para nada. El complejo de la culpabilidad: soy culpable de algo, todos me están juzgando mal, debo llevar mi cruz. El complejo de guerrero: debo ser muy duro, declaro la guerra contra mí y contra todos los que me rodean, lucharé para conseguir mi sitio bajo el sol, tomaré lo mío con fuerza. El complejo de amante de la verdad: a cualquier precio demostraré mi razón y demostraré a los demás que ellos no tienen razón.
Estos y otros complejos son las llaves personales de acceso a la energía de cada persona. El péndulo, tocando al hombre en lo vivo, le saca la energía intensivamente.
Tú mismo puedes continuar la lista de los hilos con los que los péndulos tiran de sus marionetas: justicia, orgullo, vanidad, honra, amor, odio, avaricia, generosidad, curiosidad, interés, hambre..., y los demás sentimientos y necesidades. Los sentimientos y el interés permiten fijar el flujo de los pensamientos en una dirección determinada. Si un tema no despierta el interés ni las emociones, es muy difícil concentrarse en él.
Por eso los péndulos se apoderan del flujo de los pensamientos hiriendo los sentimientos y las necesidades del hombre.
A la irritación externa, como norma general, las personas reaccionan de una manera estándar. Las noticias negativas producen un disgusto; las noticias alarmantes, una reacción de inquietud o miedo; la ofensa provoca aversión, etcétera. Las costumbres sirven de palanca de arranque para poner en marcha el mecanismo de apoderamiento. Como, por ejemplo, la costumbre de irritarse o inquietarse por cualquier motivo poco importante; replicar a la provocación; en resumen, responder con una reacción negativa a un irritante negativo. El hombre puede ser consciente de que los pensamientos negativos no conducen a nada bueno, no obstante, por costumbre comete los mismos viejos errores.
De esta manera, las costumbres frecuentemente crean problemas y obligan a actuar de modo ineficaz; librarse de estos hábitos resulta muy difícil.
Todas esas costumbres son una ilusión del confort. El hombre confía más en lo que conoce desde siempre. Todo lo nuevo le despierta recelos. Lo viejo y lo acostumbrado ha adquirido su reputación con la experiencia. Es como el viejo sillón donde te gusta descansar después del trabajo. Tal vez el nuevo sea más
cómodo, pero el viejo es más acogedor.
El confort se caracteriza por conceptos tales como comodidad, confianza, la experiencia positiva, lo predecible. Lo nuevo posee a estas cualidades en un grado mucho menor, por lo que se requiere mucho más tiempo para que la nueva costumbre se convierta en una costumbre vieja.
Y bien, en términos generales hemos examinado los métodos de influencia de los péndulos sobre las personas. ¿Será posible para el hombre deshacerse de la influencia del péndulo? Sobre los métodos de liberación hablaremos más adelante. También sucede con frecuencia que se alguien subleva y se alza abiertamente contra el péndulo avasallador. En tal duelo, el hombre siempre sufre la derrota. El péndulo puede ser vencido sólo por otro péndulo. Un hombre no es capaz de hacer nada. Si desobedece y empieza la lucha, sólo perderá la energía y, en el mejor de los casos, será arrojado fuera de las bandas del sistema; en el peor, será aplastado. El partidario que se atreve a infringir las reglas establecidas por el péndulo se proclama fuera de la ley. Desde el exterior se revela un desequilibrio causado por su acto. En realidad, la culpa no consiste en el acto en sí, sino en que el partidario se insubordinó, lo cual significa que dejó de suministrar energía al péndulo.
¿Por qué a la «cabeza agachada no la corta la espada»? Porque el hombre que aceptó la culpa está totalmente dispuesto a someterse al poder del péndulo. Para el péndulo no tiene ninguna importancia el arrepentimiento del partidario por el acto cometido. Le importa sólo el restablecimiento del control perdido. El péndulo enseguida se muestra más bondadoso, si le dejas la posibilidad de que te manipule. Y si el culpable no se somete, se le puede suprimir, pues ya no habrá nada que sacar de él. Los auténticos motivos de un péndulo, normalmente, se enmascaran con los principios morales. Al parecer, el arrepentido del hecho no es tan malvado. Puedes distinguir fácilmente por ti mismo dónde está actuando el principio moral y dónde se afectan los intereses del sistema, si recuerdas siempre qué es lo que representan los péndulos en sí
y cuáles son sus verdaderos objetivos.
Capítulo 1
El espacio de las variantes
Vadin Zelam
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