Es inútil luchar contra el péndulo. Como ya habíamos dicho más arriba, luchar contra él significa darle tu energía. La primera y más importante condición del éxito es renunciar a la lucha con él. En primer lugar, cuanto más rechazas a los péndulos enfadosos, más activamente te van a fastidiar. Puedes repetir continuamente: «¡Dejadme tranquilo! ¡Pero, que me dejen todos en paz!». Te parece que los rechazas, pero en realidad, les suministras a los péndulos tu energía y éstos se te pegan más todavía.
En segundo lugar, no tienes derecho ni a juzgar ni a cambiar nada en este mundo. Tienes que aceptar todo como si fueran los cuadros de la exposición, te gusten o no. En una exposición pueden exponerse muchos cuadros que te parezcan poco atrayentes. Sin embargo, no se te pasa por la cabeza exigir que se los quite de ahí. Después de haber aceptado el derecho del péndulo a existir, tienes derecho de abandonarlo y no dejarte influenciar. Lo importante es no luchar con el péndulo, no censurarlo, no perder los nervios, pues todo eso significará tu participación en el juego. Al contrario: debes aceptarlo tranquilamente como algo debido, como un mal inevitable y después retirarte.
Al expresar el rechazo de cualquier manera, das la energía al péndulo.
Antes de llegar a comprender lo que significa elegir tienes que aprender a negar. Normalmente, las personas no imaginan con claridad qué es lo que quieren. Pero todos saben con exactitud qué es lo que no quieren. En el intento de librarse de las cosas o sucesos indeseables, la mayoría actúa de manera que todo le resulte justo al revés. Para negar es necesario aceptar. La palabra «aceptar» aquí no significa estar dispuesto a recibir o conformarse, sino es reconocer el derecho de existir y, por tanto, indiferentemente pasar por alto.
Aceptar y soltar, significa: dejar que lo indeseable pase a través de ti y despedirlo diciéndole adiós y hasta nunca. De lo contrarío, aceptar y retener, significa: dejar que entre en ti y luego tomarle afecto u oponerse.
Si te molesten los pensamientos sobre lo que a ti no te gusta, eso habrá en tu vida. Imagínate que a uno no le gustan manzanas. Las odia con toda su alma, le dan asco. El hombre podría simplemente dejar de prestar atención a las manzanas, pero no le sirve el hecho de que en el mundo donde él vive, exista una asquerosidad tal como las manzanas.
Se molesta sólo con que aparezcan ante sus ojos, y en cada ocasión el hombre expresa su repugnancia de forma muy activa. Así se ve a nivel material. A nivel energético, sin embargo, el hombre se lanza ansiosamente sobre las manzanas, llena su boca, las come chascando y con mucho ruido, chilla que las odia, se llena los bolsillos con manzanas, se atraganta y otra vez se queja que está harto de manzanas. Al hombre no se le ocurre que él puede simplemente excluir las manzanas de su vida si no las quiere.
Quieres algo o lo odias: eso no tiene importancia. Lo importante es: si tus pensamientos se concentran en el objeto de tus sentimientos, la energía de los pensamientos se fija en una frecuencia determinada como consecuencia, te encuentras dominado por un péndulo y te trasladas a las líneas de la vida correspondientes, donde el objetivo de fijación está presente en abundancia.
Si no quieres tener algo, simplemente deja de pensar en ello, pásalo por alto con indiferencia, y eso desaparecerá de tu vida. Excluir de la vida no significa evitar, significa ignorar. Evitar es dejar que entre en tu vida y luego intentar muy activamente deshacerse de eso. En cambio, ignorar significa no reaccionar de manera ninguna y, por tanto, no tener.
Imagínate que eres un radiorreceptor. Cada día te despiertas y escuchas una emisora de radio que detestas, y esta emisora es el mundo que te rodea.
¡Pues, sintonízate a otra frecuencia!
Te puede parecer que instalar una cortina de acero entre tú y el mundo puede salvarte de los péndulos indeseables. Pero eso no es nada más que una ilusión. Al permanecer en la coraza de acero te dices: «Soy una pared ciega.No veo nada, no escucho nada, no sé nada, no digo nada a nadie. No hay acceso a mí».
Para mantener este campo protector se requiere un gasto de energía muy considerable. El hombre que se esfuerza en aislarse intencionalmente del mundo siempre está en tensión. Además, la energía de su campo protector está sintonizada a la frecuencia del péndulo contra el cual se dirige la defensa. Y es precisamente lo que el péndulo necesita. Le da lo mismo cómo le estés dando la energía: con o sin ganas. ¿Cuál es, entonces, la defensa contra el péndulo?. El vacío.
Si soy vacío, no tengo con qué se me pueda enganchar. No entro en el juego del péndulo, pero tampoco intento defenderme de él. Simplemente lo ignoro. La energía del péndulo pasa volando sin tan siquiera rozarme y se dispersa en el espacio. El juego del péndulo ni me preocupa ni me molesta. Respecto a él, soy vacío.
El principal objetivo del péndulo: atraer a todos los partidarios posibles y obtener su energía. Si ignoras al péndulo, te dejará en paz y pasará a los otros, pues el péndulo influye sólo en los que aceptan su juego, es decir, en los que empiezan a emitir en su frecuencia.
Un ejemplo muy burdo: te sigue un perro ladrador. Si das la vuelta, el perro ladrará con más fuerza. Si lo tomas en serio y empiezas a porfiar con él, el perro aún correrá detrás de ti durante mucho tiempo, porque es justamente su objetivo: encontrar a alguien con quien armar el escándalo. Pero si lo ignoras, el perro pasará a otro objeto. Y toma nota: al perro ni se le ocurrirá ofenderse contigo por no prestarle atención. Está tan absorbido en su objetivo de obtener energía que no piensa en otra cosa. En lugar de un perro puede ser una persona cizañera, pero el modelo funcionará de la misma manera.
Si te molesta alguien, intenta probar en él el modelo de péndulo destructivo; seguramente le sentará bien. Si no puedes detener al «cataplasma», en tal caso, simplemente no contestes a sus provocaciones, ignóralas. Él no te dejará en paz mientras no dejes de darle tu energía. Y la energía se la estás dando tanto de modo directo, entrando en disputa con él, como de modo indirecto, odiándole en silencio. Dejar de dar energía significa no pensar en esa persona en absoluto, quitarle de tu cabeza. Decide simplemente para tus adentros: «¡Qué te den morcilla!», y éste abandonará tu vida.
Sin embargo, ocurre frecuentemente que es imposible tan sólo ignorar al péndulo. Por ejemplo: tu jefe te llama para que pases por su despacho.
Negarte o defenderte significará una pérdida de energía, porque tanto una actitud como la otra representan la lucha contra el péndulo. En tales casos, puedes fingir que aceptas el juego del péndulo. Lo importante es que te mantengas consciente de no hacerlo en serio.
Imagínate que un fortachón levanta el martillo y te golpea con toda su fuerza. Tú no tienes nada en contra, no te defiendes, pero tampoco le atacas.
Sólo que en este instante retrocedes tranquilamente y el mozo, junto con su martillo, cae al vacío. Esto significa que el péndulo no puede engancharte y se hunde.
Este principio es la base de la lucha aikido. Allí pasa, literalmente, lo siguiente. Al atacante le cogen del brazo, van junto a él como acompañándole, y luego simplemente le sueltan y éste vuela en la dirección hacia donde iba apuntada su energía. Todo el secreto está en que el defensor no tiene nada en contra del ataque; se conforma con la táctica del atacante, va junto a él un tiempo y luego le suelta. La energía del atacante se hunde en vacío, porque si el defensor está «vacío», pues entonces no tiene nada por donde engancharle.
La técnica de tal retirada suave está en que respondes con un consentimiento al primer ataque del péndulo, y luego retrocedes con diplomacia o rediriges suavemente el movimiento en la dirección que crees más oportuna. Por ejemplo: el jefe excitado quiere cargarte con un trabajo y te exige enérgicamente que el trabajo esté hecho tal como él lo dice. Pero tú sabes que ese trabajo se hace de otra manera o, más aún, no crees que esté dentro de tus obligaciones. Si empiezas a contradecirle, discutir o defenderte, él, sin más, te exigirá obediencia.
Es él quien ha tomado la decisión y tú actúas en su contra. Haz todo lo contrario. Escúchale con atención, confórmate con todo y deja que se agote el primer impulso. Y después, con tranquilidad, empieza a hablarle sobre los detalles del trabajo. En este momento has aceptado la energía de tu jefe y estás emitiendo en su frecuencia. Su impulso, al no encontrar resistencia, se atasca por un momento. No le digas que tú sabes mejor cómo se hace este tipo de trabajo, no te niegues a hacerlo y no entres en la discusión.
Simplemente pide a tu jefe que te aconseje el modo de hacer el trabajo de la mejor forma y lo más rápido posible, o, tal vez, otro hará el mismo trabajo con más eficacia. Estás oscilando junto con el péndulo, pero lo haces teniendo plena conciencia de ello y sin participar en él juego, como observándolo todo desde fuera. El péndulo oscila totalmente sumergido en el juego. Éste es su juego: él toma decisiones y todos están de acuerdo con él y le piden consejos.
Y verás como toda la energía, antes apuntada a ti, se desviará hacia otra decisión u otro subordinado. De esta manera, personalmente para ti, el péndulo estará hundido.
Hundimiento del péndulo.
El espacio de las variantes.
TOMO I
Vadim Zeland
TOMO I
Vadim Zeland