Transurfing: ¿Es tu vida… o una trampa invisible?

Transurfing

 ¿Alguna vez ha sentido que, sin saber muy bien por qué, terminas pensando, hablando o incluso preocupándote por las mismas cosas que todo el mundo a tu alrededor… aunque en el fondo no te representen?

Eso no es casualidad.

Según el escritor Vadim Zeland, cuando un grupo de personas comparte los mismos pensamientos, emociones o creencias —ya sea sobre política, dinero, éxito, redes sociales, incluso sobre el miedo al futuro— empieza a formarse algo que él llama un péndulo .

Un péndulo no es una persona, ni una organización… es una estructura de energía e información que se alimenta de la atención colectiva. Y una vez que existe, empieza a vivir por sí misma. Su único objetivo: crecer. Atraer más atención. Generar más reacciones. Y para eso, te necesita a ti… ya tu energía.

Piensa en esto:

  • ¿Cuántas veces ha entrado en discusiones online solo porque “todos lo hacen”?
  • ¿Te has sentido presionado a tener cierto estilo de vida, cierto trabajo, cierta opinión… solo porque “así se espera”?
  • ¿Has notado que, en octubre de 2025, con tanta incertidumbre económica y tanto ruido en las redes, es más fácil que nunca dejarte arrastrar por el pánico colectivo… aunque tu vida esté en calma?

Eso es un péndulo en acción. No te obliga. No te amenace. Simplemente te atrae . Y mientras le prestas atención —con tus pensamientos, tus emociones, tus reacciones—, él se hace más fuerte… y tú, más agotado.

Entonces… ¿cómo despertar de esta alucinación colectiva?

No hay lucha. No con más opiniones. Sino con conciencia .

Observa: ¿Esto que estoy pensando… es mío? ¿O es lo que “el grupo” espera que piense? ¿Esta emoción… me pertenece… o la estoy absorbiendo del ambiente?

En el momento en que haces esa pausa… en que eliges no alimentar el ruido… el péndulo pierde su poder sobre ti.

Y recuperas algo mucho más valioso: tu libertad interior.

¿Qué son los péndulos destructivos? Desde que éramos niños, nos enseñaron a obedecer. A cumplir con la familia, con la escuela, con la empresa, con el país… Incluso con ideales abstractos: “el deber”, “la responsabilidad”, “el sacrificio por los demás”. Nos dijeron que ser buenos significaba poner las necesidades ajenas antes que las propias. Y así, sin darnos cuenta, fuimos entrenados para servir… no a nosotros mismos, sino a estructuras que, con el tiempo, cobraron vida propia. Según Vadim Zeland, cada vez que un grupo de personas dirige sus pensamientos, emociones y acciones en la misma dirección —ya sea en torno a una religión, un partido político, una empresa, una causa social, incluso una tendencia en redes sociales— comienza a formarse una estructura de información energética : un péndulo . Este péndulo no es una metáfora. Es una entidad que, una vez creada, empieza a desarrollarse de forma independiente . Tiene sus propias reglas. Sus propios intereses. Y su única necesidad: alimentarse de la energía de quienes lo sostienen . Y aquí está lo más importante: Cualquier péndulo es destructivo por naturaleza. No porque sea “malo”, sino porque su supervivencia depende de ti… pero tu bienestar no depende de él . Piensa en esto, en octubre de 2025: Estamos en un mundo donde la incertidumbre económica, la polarización política y la presión constante por “hacer más con menos” han creado un caldo de cultivo perfecto para los péndulos destructivos. Muchos de nosotros nos levantamos cada mañana no por un sueño propio, sino para cumplir con roles que ni siquiera elegimos conscientemente: — la empleada que se siente culpable si no responde correos a medianoche, — la madre que sacrifica su salud porque “así se debe ser”, — la activista que se quema emocionalmente luchando contra un sistema… sin darse cuenta de que ese mismo sistema la está usando como combustible. ¿Por qué? Porque el péndulo no te pregunta si estás bien . Solo necesitas que sigas pensando, sintiendo y actuando en la misma frecuencia. Y mientras lo hagas, crecerá. Y tú... te agotarás. Estas estructuras existen en todos los lados. No solo en gobiernos o corporaciones. También en la familia que exige lealtad a costa de tu paz. En el grupo de amigos que te juzga si cambias de opinión. En la comunidad espiritual que te hace sentir “menos evolucionada” si no sigues sus reglas. Incluso en ciertas causas nobles —como la defensa del medio ambiente o la justicia social— que, si no se viven desde la libertad interior, pueden convertirse en nuevas prisiones energéticas. ¿Cómo funcionan? Cuando los pensamientos de un grupo se alinean —cuando todos vibran con la misma emoción, el mismo miedo, la misma esperanza— sus energías mentales se unen. Se forma un flujo común . Y en medio del océano de conciencia colectiva, nace una estructura autónoma: el péndulo. Este péndulo tiene una frecuencia de resonancia , como un columpio que solo se balancea si empuja en el momento justo. Mientras más personas lo alimentan con atención, emociones y tiempo, más fuerte oscila. Pero si la gente deja de prestarle atención… su oscilación se debilita. Y si nadie lo sostiene… muere . Por eso han desaparecido antiguos péndulos: las religiones paganas, los discos de vinilo (antes de su moda nostálgica), las obsoletas, las modas pasajeras. No porque fueran “malos”, sino porque dejaron de recibir energía . Y sí: incluso la naturaleza crea péndulos. Una manada de lobos, un bosque, un arrecife de coral… son estructuras vivas que emergen cuando muchos seres oscilan al unísono. Pero hay una diferencia crucial: los péndulos naturales sirven a la vida . Los péndulos humanos, especialmente los destructivos, sirven a su propia perpetuación . Ahora, algo que suena duro, pero es vital entender: Tú también puedes ser un péndulo . Cada persona es, en sí misma, una unidad energética. Y cuando te unes a otros con los mismos pensamientos, formas parte de algo mayor… que, con el tiempo, puedes empezar a gobernarte. Piensa en una burocracia. Ningún funcionario, por sí solo, decide que el sistema sea lento o frío. Pero el sistema, como péndulo, impone sus reglas . Y si alguien intenta cambiarlas desde dentro… es expulsado. No por maldad personal, sino porque su frecuencia ya no coincide con la del péndulo . Lo mismo ocurre en tu vida personal. Si empiezas a cuestionar el “deber” familiar, el “éxito” profesional o el “deber ser” social… el péndulo reacciona. La etiqueta. Te aísla. Te hace sentir culpable. Porque tu libertad es una amenaza para tu existencia . Y aquí viene una verdad incómoda: Incluso los “grandes líderes” pueden ser esclavos de péndulos destructivos . Napoleón, Hitler, Stalin… fueron “favoritos” de sus respectivos péndulos. Les dieron poder, fama, influencia. Pero cuando se les preguntó si eran felices… apenas pudieron recordar unos pocos días de paz. Porque el péndulo nunca te da felicidad . Solo te da un rol. Y mientras lo desempeñes, te mantendrá con vida… pero no contigo mismo. ¿Cómo te atrapa un péndulo destructivo? Con trucos sutiles. Con promesas brillantes. Con frases como: — “Es tu deber”. — “Todos lo hacen”. — “Si no estás con nosotros, estás contra nosotros”. — “Esto es por el bien común”. Te hace creer que estás eligiendo… cuando en realidad estás repitiendo un guion colectivo . Y así, sin darte cuenta: — entras a un trabajo que no te apasiona, — te casas con alguien que no te entiende, — te atas a deudas por un estilo de vida que no es tuyo, — te consume en luchas que no son tuyas. El péndulo te aleja de tus líneas de la vida —esas rutas invisibles donde podrías ser tú misma, en paz, con propósito auténtico. ¿Cómo reconocerlo? Fíjate en estos signos: Se alimenta de tu energía —te deja exhausta, vacía, ansiosa. Quiere más y más seguidores —usa el miedo, la culpa o la moral para reclutarte. Divide el mundo en buenos y malos —“nosotros” vs. “ellos”. Ataca con agresividad a quien se sale —lo llama traidor, egoísta, loco. Se disfraza de nobleza —usa causas elevadas para justificar su control. Incluso las organizaciones benéficas pueden volverse péndulos destructivos… si te hacen sentir que tu valor depende de cuánto das… sin preguntarte si eso te llena o te destruye. Y aquí está la pregunta más honesta que puedes hacerte: ¿Estoy ayudando porque me nace del corazón… o porque necesito sentirme “buena” ante los ojos del grupo? Porque si estás en paz, si tu acción brota de la libertad… entonces no estás sirviendo a un péndulo. Estás viviendo tu vocación. Pero si hay tensión, culpa, agotamiento… es señal de que estás alimentando una estructura que no te ve a ti… solo ve tu energía . Y lo más triste: Los péndulos destructivos nos han hecho olvidar que podemos elegir nuestro destino. Nos han convencido de que la vida es algo que “te pasa”… cuando en realidad, tú puedes navegarla conscientemente . Incluso el Transurfing —sí, esta misma enseñanza— podría convertirse en un péndulo… si lo conviertes en una doctrina rígida, en un grupo que excluye, en una identidad que defiendes con furia. Pero su esencia es otra: No servir a ningún sistema. Sino recuperar tu soberanía interior . Por eso Zeland no te pide que destruyas los péndulos. Solo te pide que no juegues su juego sin saberlo . Observa. Pregúntate. Elige. Porque en medio del ruido, la presión y la incertidumbre— tu mayor acto de rebeldía es vivir desde tu propia frecuencia . Y eso… nadie puede quitártelo.

Desde que éramos niños, nos enseñaron a obedecer. A cumplir con la familia, con la escuela, con la empresa, con el país… Incluso con ideales abstractos: “el deber”, “la responsabilidad”, “el sacrificio por los demás”. Nos dijeron que ser buenos significaba poner las necesidades ajenas antes que las propias. Y así, sin darnos cuenta, fuimos entrenados para servir… no a nosotros mismos, sino a estructuras que, con el tiempo, cobraron vida propia. Según Vadim Zeland, cada vez que un grupo de personas dirige sus pensamientos, emociones y acciones en la misma dirección —ya sea en torno a una religión, un partido político, una empresa, una causa social, incluso una tendencia en redes sociales— comienza a formarse una estructura de información energética : un péndulo . Este péndulo no es una metáfora. Es una entidad que, una vez creada, empieza a desarrollarse de forma independiente . Tiene sus propias reglas. Sus propios intereses. Y su única necesidad: alimentarse de la energía de quienes lo sostienen . Y aquí está lo más importante: Cualquier péndulo es destructivo por naturaleza. No porque sea “malo”, sino porque su supervivencia depende de ti… pero tu bienestar no depende de él . Piensa en esto, en octubre de 2025: Estamos en un mundo donde la incertidumbre económica, la polarización política y la presión constante por “hacer más con menos” han creado un caldo de cultivo perfecto para los péndulos destructivos. Muchos de nosotros nos levantamos cada mañana no por un sueño propio, sino para cumplir con roles que ni siquiera elegimos conscientemente: — la empleada que se siente culpable si no responde correos a medianoche, — la madre que sacrifica su salud porque “así se debe ser”, — la activista que se quema emocionalmente luchando contra un sistema… sin darse cuenta de que ese mismo sistema la está usando como combustible. ¿Por qué? Porque el péndulo no te pregunta si estás bien . Solo necesitas que sigas pensando, sintiendo y actuando en la misma frecuencia. Y mientras lo hagas, crecerá. Y tú... te agotarás. Estas estructuras existen en todos los lados. No solo en gobiernos o corporaciones. También en la familia que exige lealtad a costa de tu paz. En el grupo de amigos que te juzga si cambias de opinión. En la comunidad espiritual que te hace sentir “menos evolucionada” si no sigues sus reglas. Incluso en ciertas causas nobles —como la defensa del medio ambiente o la justicia social— que, si no se viven desde la libertad interior, pueden convertirse en nuevas prisiones energéticas. ¿Cómo funcionan? Cuando los pensamientos de un grupo se alinean —cuando todos vibran con la misma emoción, el mismo miedo, la misma esperanza— sus energías mentales se unen. Se forma un flujo común . Y en medio del océano de conciencia colectiva, nace una estructura autónoma: el péndulo. Este péndulo tiene una frecuencia de resonancia , como un columpio que solo se balancea si empuja en el momento justo. Mientras más personas lo alimentan con atención, emociones y tiempo, más fuerte oscila. Pero si la gente deja de prestarle atención… su oscilación se debilita. Y si nadie lo sostiene… muere . Por eso han desaparecido antiguos péndulos: las religiones paganas, los discos de vinilo (antes de su moda nostálgica), las obsoletas, las modas pasajeras. No porque fueran “malos”, sino porque dejaron de recibir energía . Y sí: incluso la naturaleza crea péndulos. Una manada de lobos, un bosque, un arrecife de coral… son estructuras vivas que emergen cuando muchos seres oscilan al unísono. Pero hay una diferencia crucial: los péndulos naturales sirven a la vida . Los péndulos humanos, especialmente los destructivos, sirven a su propia perpetuación . Ahora, algo que suena duro, pero es vital entender: Tú también puedes ser un péndulo . Cada persona es, en sí misma, una unidad energética. Y cuando te unes a otros con los mismos pensamientos, formas parte de algo mayor… que, con el tiempo, puedes empezar a gobernarte. Piensa en una burocracia. Ningún funcionario, por sí solo, decide que el sistema sea lento o frío. Pero el sistema, como péndulo, impone sus reglas . Y si alguien intenta cambiarlas desde dentro… es expulsado. No por maldad personal, sino porque su frecuencia ya no coincide con la del péndulo . Lo mismo ocurre en tu vida personal. Si empiezas a cuestionar el “deber” familiar, el “éxito” profesional o el “deber ser” social… el péndulo reacciona. La etiqueta. Te aísla. Te hace sentir culpable. Porque tu libertad es una amenaza para tu existencia . Y aquí viene una verdad incómoda: Incluso los “grandes líderes” pueden ser esclavos de péndulos destructivos . Napoleón, Hitler, Stalin… fueron “favoritos” de sus respectivos péndulos. Les dieron poder, fama, influencia. Pero cuando se les preguntó si eran felices… apenas pudieron recordar unos pocos días de paz. Porque el péndulo nunca te da felicidad . Solo te da un rol. Y mientras lo desempeñes, te mantendrá con vida… pero no contigo mismo. ¿Cómo te atrapa un péndulo destructivo? Con trucos sutiles. Con promesas brillantes. Con frases como: — “Es tu deber”. — “Todos lo hacen”. — “Si no estás con nosotros, estás contra nosotros”. — “Esto es por el bien común”. Te hace creer que estás eligiendo… cuando en realidad estás repitiendo un guion colectivo . Y así, sin darte cuenta: — entras a un trabajo que no te apasiona, — te casas con alguien que no te entiende, — te atas a deudas por un estilo de vida que no es tuyo, — te consume en luchas que no son tuyas. El péndulo te aleja de tus líneas de la vida —esas rutas invisibles donde podrías ser tú misma, en paz, con propósito auténtico. ¿Cómo reconocerlo? Fíjate en estos signos: Se alimenta de tu energía —te deja exhausta, vacía, ansiosa. Quiere más y más seguidores —usa el miedo, la culpa o la moral para reclutarte. Divide el mundo en buenos y malos —“nosotros” vs. “ellos”. Ataca con agresividad a quien se sale —lo llama traidor, egoísta, loco. Se disfraza de nobleza —usa causas elevadas para justificar su control. Incluso las organizaciones benéficas pueden volverse péndulos destructivos… si te hacen sentir que tu valor depende de cuánto das… sin preguntarte si eso te llena o te destruye. Y aquí está la pregunta más honesta que puedes hacerte: ¿Estoy ayudando porque me nace del corazón… o porque necesito sentirme “buena” ante los ojos del grupo? Porque si estás en paz, si tu acción brota de la libertad… entonces no estás sirviendo a un péndulo. Estás viviendo tu vocación. Pero si hay tensión, culpa, agotamiento… es señal de que estás alimentando una estructura que no te ve a ti… solo ve tu energía . Y lo más triste: Los péndulos destructivos nos han hecho olvidar que podemos elegir nuestro destino. Nos han convencido de que la vida es algo que “te pasa”… cuando en realidad, tú puedes navegarla conscientemente . Incluso el Transurfing —sí, esta misma enseñanza— podría convertirse en un péndulo… si lo conviertes en una doctrina rígida, en un grupo que excluye, en una identidad que defiendes con furia. Pero su esencia es otra: No servir a ningún sistema. Sino recuperar tu soberanía interior . Por eso Zeland no te pide que destruyas los péndulos. Solo te pide que no juegues su juego sin saberlo . Observa. Pregúntate. Elige. Porque en medio del ruido, la presión y la incertidumbre— tu mayor acto de rebeldía es vivir desde tu propia frecuencia . Y eso… nadie puede quitártelo.

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